No soporto estar sola, siento que no estoy hecha para eso…en todos los aspectos de la vida. Me complico enormemente con salir a caminar sin compañía, ir al cine sola, estar sola en mi departamento…estar sin pareja por mucho tiempo me pone neurótica y mal genio.
Mi pareja, con la que vivo hace 9 meses, salió fuera de Santiago por una semana. La segunda noche sin él estaba desesperada y mañosa, necesitaba compañía, salir o que un amigo o amiga fuera al departamento a beber una cerveza y conversar, pero no, no fue nadie y me quede sola, rabiando y sin saber qué hacer.
Luego de resignarme a mi soledad pedí por teléfono una porción de comida china y programé el televisor para ver una temporada de mi serie favorita. Llegó la comida, me instalé en el sillón envolviéndome con mi chal, cuál abuelita solterona, presioné “power” y con mi comida y serie me olvidé por completo de mi soledad, hasta hablaba sola (cu-cú). Se acabó la comida, me preparé una michelada y seguí.
Al terminar mi maratón me fui a acostar y antes de cerrar los ojos me di cuenta de algo: la sensación de libertad que experimenté en todo ese momento fue gratificante; hacer lo que quiero, cuando quiero y como quiero y no preguntarle a nadie si quiere ver esa serie, o si quiere comer esa comida o si se quiere dormir temprano o no, me hizo sentir libre, autónoma y renovada, eso que sientes cuando puedes respirar a todo lo que te den los pulmones y luego soltar, cerrar los ojos y sonreírle a la nada.
Esa noche dormí tranquila, relajada y con la sensación de libertad en el alma, sólo que antes de cerrar los ojos necesité ese abrazo para dormir y esa segunda respiración en mi oreja.
...Las tonteras de la gente que no puede estar sola, ¿no?
Foto: Alejandro Vega http://www.flickr.com/photos/alevega/
