martes, febrero 28, 2006

Grito en silencio


Creo que es hora de que te des cuenta que existo, que estoy aquí, que soy cuerpo, que soy mujer, que tengo deseo, que te amo y quiero estar contigo para siempre.
Perdóname por haberte dejado de lado cuando llegaron los niños, por darle más atención a ellos que a ti, por no haber tenido ganas cuando estaban en la habitación del lado, perdóname por no haber permitido que te divirtieras con tus amigos en la casa…por haberte gritado delante de ellos… ¡perdóname pero es que, por la cresta, me enseñaron que una mujer se debía a sus hijos, me enseñaron que el fin último de una mujer era ser madre! y por ese maldito pensamiento te dejé de lado, dejé al hombre del que me enamoré, dejé mi vida de pareja, dejé mi cuerpo, mi sueño, mis amigas, mi diversión, dejé mi trabajo, lo dejé todo por estos niños que ahora me dicen que se cuidan solos, que tienen pareja y que casi nunca pasan en la casa.
Por favor, se que ha pasado mucho tiempo, pero no es tarde aún. Ahora me di cuenta de quién soy, que valgo, que te amo y que te deseo con todas mis fuerzas. ¡Mírame! soy mujer, soy tu mujer y ya no soporto que te acuestes a mi lado todas las noches y no estés ahí, me duele abrazarte y sentir tu rechazo, me duele mirarte a los ojos y darme cuenta de que te estás yendo de a poco.
Déjame intentarlo, sé que te puedo reconquistar, sé que podemos seguir juntos, amarnos y ser felices, sé que podemos volver a ser la pareja que éramos, sé que podemos volver a divertirnos, a salir, a pensar sólo en nosotros, a vivir nuestra vida, volvamos a mirarnos a los ojos o a abrazarnos y sentir que no existe nadie más a nuestro alrededor.Acompáñame, déjame acompañarte…para eso sólo necesito que me tomes de la mano.

miércoles, febrero 22, 2006

Puñaladas en mí


Apenas estacioné el auto, no sé en qué parte fuera de la casa, me bajé, casi como si alguien me empujara desde dentro, no recuerdo si cerré la puerta o no, hice todo medio inconciente, abrí la puerta principal, tiré la cartera mientras corrí a la cocina, saqué el cuchillo que él ocupa para los asados, ese que no le gusta que ocupe para nada más, ese que ni siquiera puedo ocupar yo porque según él el filo se acostumbra a una misma mano y dura más. Siempre he tenido una especie de atracción escondida por los cuchillos: son tan bellos, tan poderosos. Una vez en mis manos, subí corriendo por las escaleras, hacia mi habitación, hacia nuestra habitación.


-Mientras miraba por la ventana de la oficina, a eso de las cuatro de la tarde, sentía que el viento me decía algo, son esas veces cuando miras el efecto que produce el viento en las cosas, los árboles, las hojas, la gente, cuando miras la vida y sientes que te dice algo, algo que a veces no entiendes, pero que sabes que existe.-


Abrí la puerta, ahí estaba nuestra cama tal cual la dejamos en la mañana antes de ir al trabajo, mi corazón latía tan fuerte que comencé a respirar más profundo por miedo a caer desvanecida.


-Cuando salí de la oficina, quise ir a dar una vuelta por algún parque que me encontrara en el camino, fue así como llegué a ese parque, sabía que existía, había pasado por ahí, pero nunca había entrado, tenía esculturas, bien cuidado, una especie de museo dentro, si no fuese por el río y los edificios que lo rodean, se me hubiese olvidado que estaba en Santiago. Caminé observando cada detalle, la gente, los árboles, el pasto. Me llamó la atención una pareja que jugaba, se perseguían, reían, se encontraban, se besaban y se volvían a perseguir.

Al ver su cara sentí que me ardía la nuca, siempre me sucede eso cuando tengo emociones muy fuertes, lo quedé mirando por un par de minutos, no sé si por asegurarme de que fuera él, o por ese placer morboso del masoquismo. Se veía tan contento, parecía un niño, ella también. Recordé las tantas veces que nos besamos, que jugamos casi, casi igual, las risas, el amor, la pasión, recordé las tantas veces que me dijo que me amaba y me miraba a los ojos…jamás pensé en la posibilidad del engaño, nunca!, siempre creí tener una relación estable, con amor, sin mentiras, teníamos sexo del bueno, éramos cómplices, siempre existió la confianza para todo y nuestros amigos nos miraban con admiración.
Ahí estaba él, ella y yo: un triángulo casi perfecto, sólo me quedé un par de segundos más mirando y ese tiempo bastó para darme cuenta que tenía una relación en la nada, en el aire, un invento, una mentira. Di media vuelta, me dirigí al auto con rumbo a nuestra casa, aún no recuerdo por dónde me fui.-


Después de tomar aire y recordar la cara de felicidad de él al estar con ella, después de recordar que él era el hombre que más amaba en el mundo, me lancé sobre la cama y comencé a enterrar el cuchillo en ella, la primera fue con dolor, el resto fue con furia…me gustó sentir la suavidad con la que el filo se hacía paso entre las telas. Mientras enterraba el cuchillo una y otra vez en la cama, lo estaba enterrando también en las tantas veces que hicimos el amor ahí, en las tantas veces que me dijo que me amaba, en nuestros juegos, en nuestra risa, en nuestro amor, en nuestras peleas, en los momentos vividos que pasaron por mi mente, en nuestra vida, en él y en mi. Lo enterraba con rabia, con dolor, con pasión, con odio, con toda mi fuerza; por una milésima de segundo pasó por mi mente una escena terrible y placentera al mismo tiempo: en vez de la cama, era él y luego yo, el rojo intenso de la sangre contrastando con el blanco de las sábanas y nuestros cuerpos en medio…qué bello. Cuando volví a mi realidad tuve que parar, me sentía agotada física y mentalmente. De rodillas en la cama observé mi crimen, ya no se podían distinguir bien los cortes. Ya no sentía odio, ni rabia y recién ahí pude llorar, lloré con toda la pena que pude, lloré de lástima, lloré sola en la casa, lloré por mi y por la vida de mierda que me creé y lloré porque esa iba a ser la última vez que lloraba por amor.

martes, febrero 21, 2006

Volver a verte


A mis 32 años me vino una nostalgia incontrolable por recordar y volver a ver aquellos lugares que marcaron mi vida y que hicieron de mí la mujer que soy hoy. En una de esas tantas visitas fui a mi antiguo colegio “de la media”, donde conocí a mis amigas, donde no sólo aprendí de historia, matemáticas, castellano o ciencias, sino que también aprendí a ser persona y mujer.
Estaba visitando los pasillos junto con mi ex “profe” de castellano (ahora ya ni sé cómo se llama ese ramo) en mi mente escuchaba las risas y los gritos de mis compañeras y salían imágenes débiles de esos juegos estúpidos que hacíamos.
Conversando y recordando por el segundo piso con ella, pasamos por la que fue mi última sala de clases, la puerta estaba abierta, miré hacia adentro, al pasar, sólo para verla nuevamente…y lo vi, estaba haciendo clases, semisentado en la mesa, tenía 33 años. El también miró, seguramente para ver quién pasaba; me quedé helada por unos segundos que parecieron eternos, ya que por mi mente pasaron un montón de momentos a la velocidad de la luz. Después de reaccionar lo saludé con un hola que pareció dicho por otra persona, él respondió a mi saludo con esa sonrisa de niño que siempre tuvo y que a pesar de las facciones ya más duras de su rostro, no desapareció. No sabía qué hacer: si acercarme y saludarlo como correspondía para unas personas que no se ven hace años o salir corriendo de ahí, no tuve que decidir nada: mi profesora puso su mano en mi espalda y me empujó delicadamente hacia la sala, yo no dejaba de mirarlo a los ojos…esos ojos celestes. En el fondo de la realidad escuchaba a la profesora decirles a las alumnas que yo había estudiado ahí y que esa había sido mi sala y no sé qué más, yo sólo lo miraba, creo que si él no me hubiese quedado mirando también, yo hubiese parecido una estúpida.
Cuando la voz lejana de la profesora dijo mi nombre, yo "desperté" y miré las caras de las niñas, sólo dije “hola, cómo están” ella siguió hablando, yo volví mis ojos hacia él y le dije: “qué bueno verte otra vez”.

viernes, febrero 17, 2006

En mi ventana veo brillar las estrellas muy cerca de mi


No recuerdo cuándo las vi por primera vez, no recuerdo el momento exacto, sólo sé que cuando me di cuenta de que existían como lo que son ahora, me enamoré de ellas.

Hablábamos de cosas tan profundas e importantes en la escuela, todo “El grupo de las osadas” (éramos muchas) nos juntábamos al fondo de la sala, sentadas arriba de sillas, de mesas, de las piernas de las compañeras, en la ventana…no importaba el cómo, ni el dónde, sólo importaba el con quién, el por qué era porque nos entregábamos experiencias mutuamente, nos reíamos, gritábamos y nos contábamos las cosas más íntimas, aquellas que sólo salen de nuestros labios cuando encontramos la confianza y el cariño.
Fue así como nos graduamos de 4° medio, dejando en la memoria del corazón las tantas veces que cantamos las canciones de Candi, de Los Prisioneros, de Germán Casas, de Pablito Ruiz!!!! y salimos de ahí, del Instituto Claudio Matte….(qué manera de gueviar en el acto cívico)
En ese curso conocí a esas pocas mujeres que son importantes en mi vida.

Después de salir de la escuela, tampoco recuerdo en qué momento nos comenzamos a hacer amigas, sólo recuerdo que necesitaba estar con ellas, llamarlas y contarles mis cosas y que ellas me contaran las de ellas. Hasta el día de hoy, nos juntamos con la compañía de unas chelas, unos cigarros, la buena música y la buena conversa. Si bien es cierto, no nos vemos seguido, pero cuando nos vemos (o nos ponemos de acuerdo) nos reímos, lloramos, nos retamos, gritamos y callamos…

Hasta ahora ningún hombre ha podido ser tan mi complemento como lo han sido ellas.

Les amo perritas, más allá de los límites del amorsh, sí señor, no señor!!

Lo que mereces



Dos trenzas azabaches, barro como traje
De juegos bajo un sauce nacen sueños grandes
Y no hay más que ver la tierra y tomar su siembra
Quieres cruzar, correr lejos, fuera de la frontera
Camino frente al alba y suero por la espalda
No ha sido nada fácil sola dar la batalla
Y sin buscar, amor de prisa da sus semillas
Y ves girar, la vida te ofrece una sonrisa
Si puedo poner el mundo a tus pies
Podrías tener lo que mereces
Con dos vidas vertidas saltas las orillas
Recelas tu tesoro te sientes bendecida
Y que hizo mal?, traicionan tu amor y adivinas
No queda más que recoger todas tus cenizas
Si puedo poner el mundo a tus pies
Podrías tener lo que mereces
Viste caer sola al sostener tu viga de espinas
Si puedo volver el tiempo al revés y darte mi suerte
Si puedo poner el mundo a tus pies
Podrías tener lo que mereces
Si puedo poner el mundo a tus pies
Podrías tener lo que mereces
Lo que mereces, lo que mereces, lo que mereces...
Saiko

para ti Madre, te amo más allá de los límites del amor...perdón por todo aquello que te hace daño, no es esa mi intención, sólo estoy aprendiendo aún. Hay muchas cosas en las que tienes razón, sólo en una te equivocaste: tú y mi abuelita siempre estarán conmigo y yo siempre estaré con ustedes.
Toty

Para el Segundo Salvador


La primera vez que te vi, te vi a los ojos, observé por unos dos segundos tus ojos redondos y sorprendido mirándome fijo, presentándote sin que nadie se te pudiese adelantar, yo respondí a tu saludo casi por inercia, casi por salir luego de ahí, quería correr a donde tú no me vieras, me sentí desnuda frente a ti, y sólo a ti, ya que habían otras personas que nos miraban; luego sentí la vergüenza y el nerviosismo típicos de una niña de 15 años.
Pasaron muchas cosas después de ese momento: el correo a través de un amigo en común, el teléfono, la llamada, las conversaciones en doble sentido por el msn, nuestras salidas, nuestra primera noche juntos en la que sólo existió un beso, un beso que fue la punta del iceberg de lo que haríamos juntos, las confesiones, el pololeo (qué palabra no?) las risas, el carrete, las borracheras juntos, las dudas, las peleas por gueas, la pasión que nos caracterizaba, el amor que nos nacía.
Luego las rupturas: la primera, en la que sufrimos mucho, el regreso de la vida y la segunda ruptura, de la que no sé que decir porque esa fue de mi parte.
Ahora amigo, te haz convertido en una de las personas de mi vida, estás conmigo más de lo que yo estoy contigo; y ahora puedo agradecer conocerte y seguir siendo parte de tu vida.
Deseo que sigas siendo parte de la mía.

“este es un humilde agradecimiento a Jaime, que me ha ayudado a crear este diario de vida”

Ella y él


El, mirando el infinito, le dijo: hay algunas cosas que no sé de ti, ella, mirándolo a él, respondió: y qué necesitas saber?, él dijo: necesito saber cuál es tu verdadero nombre, cuántos años tienes de verdad, cuál es tu verdadera fecha de nacimiento, dónde realmente vives, cuáles son tus verdaderos amigos, a quién amas, a quién odias, cuál es tu verdadero y único amor de la vida, cuáles son tus pensamientos, en qué piensas cuando no me miras, qué sientes cuando me miras fijamente a los ojos…
En ese momento ella dejó de mirarlo y comenzó a observar el infinito, pero no de la misma forma que lo hacía él, de una forma que sólo las mujeres pueden mirar, aquella forma en que pareciera que al infinito tiene un fin y que hay algo en ese fin…pero que jamás le contarán a nadie qué es lo que ven.
El continuó: necesito saber si tu respiración es más fuerte que la mía, o simplemente vives con más fuerza que yo, necesito saber por qué no te has ido aún, por qué no sales corriendo cuando comienzo a hablar, por qué me amas con esa fuerza que dices que me amas, también necesito saber qué es lo que me dice tu pelo cuando camino a tu lado y se mueve con el viento, o lo que me dicen tus labios cuando callan, o lo que me dice tu cuerpo cuando me toca, necesito saber por qué no me hablas y por qué nunca respondes estas preguntas.
Ella lo mira nuevamente a los ojos, pero lo mira como si fuera la última vez que lo mirará y responde: siempre te he hablado, siempre te respondo estas preguntas, eres tú el que nunca me ha escuchado.